Por Pegaso
Andaba yo volando allá, sobre las cálidas nubes del cielo de Reynosa… Reynosa es un pueblecito con crepúscu… (Nota de la Redacción: Cortamos aquí el párrafo de la narración porque nuestro colaborador empieza a sentirse Jaimito el Cartero).
Luego de mi vuelo vespertino me vine a mi búnker para buscar datos, anécdotas, chistoretes, historias o chismes para hacer las delicias de mis dos o tres lectores, ávidos de noticias positivas y refrescantes que contrarresten el negativo impacto consuetudinario de la violencia.
Y navegando en la red me encontré con una situación que me causó sorpresa, me dejó estupefacto y algo apendejadón: ¡Juan Gabriel está vivito y coleando!
No sé cómo le hizo el Juanga, pero ahí anda dando lata nuevamente, si es que hay que creer a los videos de fanáticos que no quieren que se lo lleve todavía la huesuda.
Hubo hasta quien prometió que el Divo de Juárez tendría una presentación en Bellas Artes a casi un año de su fallecimiento oficial.
El tema no es nuevo. Yo lo llamo El Efecto Redivivo.
En los Estados Unidos, tras la muerte de Elvis Presley, no faltó quien dijera que su deceso se debió a un compló.
Resulta que años antes de morir el cantante, una escritora de nombre Gail Brewer escribió un libro donde un famoso cantante llamado Orión fingía su muerte para evitar los problemas relacionados con la fama. Luego que falleció Elvis, salió por ahí un personaje que cantaba idéntico y se parecía mucho a él, quien traía un antifaz y se hacía llamar precisamente Orión.
Tras la incertidumbre de varios años, donde los fanáticos pensaban que, efectivamente Elvis Presley no había muerto, se descubrió que en realidad era uno de tantos imitadores, de nombre Jimmy Ellis.
Fenómeno similar aconteció en México. Con la muerte prematura de Javier Solís y la posterior aparición de un sujeto apodado «La Sombra del Misterio», hubo quienes pensaron que en realidad seguía vivo.
Cuando falleció Pedro Infante, el 15 de abril de 1957, mucha gente no lo podía creer. Pedro ya había tenido un accidente de aviación similar, lo que refuerza una certeza personal de que todos los diabéticos son suicidas en potencia.
Se trata de un proceso psicológico que ocurre cuando perdemos a alguien importante en nuestra vida, empezando por un la negación, posteriormente la resignación y por último, la sublimación.
Así, cuando una estrella de la talla de Elvis, Pedro, Javier e incluso, Juanga, pasan a mejor vida, nos negamos a creerlo. Salta nuestro espíritu egoísta, porque queremos seguir gozando de su voz y su presencia. Entonces, en esos momentos, estamos abiertos a creer en todo para convencernos a nosotros mismos que nuestro ídolo no ha muerto.
Ese es el Efecto Redivivo.
Durante muchos años se paseó por todo México un viejito que se hacía llamar Antonio Pedro. Sin el carisma del Ídolo de Guamúchil, ya con la voz cascada por los años, jugaba con la idea de que era Pedro Infante, pero nunca lo dijo en su voz. Sus familiares y algunos fanáticos que logró hacer en el tiempo que explotó de manera indirecta el nombre y la figura del fallecido cantante, subían frecuentemente videos para demostrar que sí era él, que no había muerto, que tuvo que esconderse por un tiempo debido al pleito casado con el ex presidente Miguel Alemán.
Jamás se hizo un comparativo de huellas dactilares o prueba de ADN que confirmara o desmintiera tal idea.
El mito urbano que circula todavía es que Pedro Infante fajaba con Irma Dorantes, quien al mismo tiempo era querida de Miguel Alemán, y entre ambos le tendieron una trampa para matarlo.
Pero no lo lograron, sino que después apareció el citado Antonio Pedro haciendo creer que era el mismísimo cantante de éxitos como «Amorcito Corazón», «¿Qué te ha dado esa mujer?» y muchos más.
Puedo entender eso. Que la gente no quiere que sus ídolos mueran, que aceptarán a cualquier imitador que pretende aprovecharse de la fama y la figura de su ídolo. Pero, ¿Juanga? ¿Por qué odian tanto a la Humanidad haciendo creer que ese grotesco personaje no murió y que pronto aparecerá nuevamente meneando la colita al ritmo de «Vamos al noa, noa, noa?»
Ni modo. Está en la naturaleza humana.
Por lo pronto, los dejo con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: «Tus órganos oculares observan lo que anhelas visualizar». (Tus ojos ven lo que quieres ver).